Crítica de la película "Un lugar en Silencio"
El silencio como premisa, concepto
y elemento nuclear de un film de terror, parece arriesgado. Si consideramos el
momento actual del cine, el espectáculo dinamitado en efectos especiales,
pareciese no dejar espacio a la ausencia del sonido. Una primera definición de
la RAE nos plantea que el silencio es la "abstención de hablar" y
precisamente, abstenerse de hablar, al menos en voz alta, es uno de los
principios básicos para sobrevivir en el mundo de "Un lugar en
silencio". John
Krasinski, director y protagonista como padre de familia, invita a
una experiencia que tensiona los sentidos al máximo y que pretende adentrarse
en una pesadilla de principio a fin, sin mayores premisas ni consuelos. Su esposa
en la cinta Emily Blunt, junto a Millicent Simmonds, Noah Jupe y Cade Woodward
como sus hijos, no necesitan mayor compañía que Leon Russom y Doris McCarthy en
papeles secundarios. Su primer logro, es permitir el viejo anhelo de la mayoría
de los espectadores de una sala de cine: un completo silencio (si la miras en
tu casa sucederá lo mismo). Por un lado, se explica este efecto por ser
utilizado el silencio con una intención dramática, donde los escasos sonidos
que se producen anterior y posteriormente en alguna situación, se revaloricen. De
esta manera, el compromiso con los protagonistas y la historia se hace
inevitable: cada paso es como si tú lo dieras, cada respiro te suena en la
nuca, cada error puede ser el último, lo sabes y no quieres ser el culpable de
la fatalidad.
Ahora, comprendamos que el
silencio no es la ausencia de comunicación. Al contrario, el silencio permite
lo que se conoce como "pausa reflexiva", muy extensa en un mundo
donde no puedes hacer ruido, pero que permite igualmente valorar los mensajes. Krasinski
logra junto con su acotado elenco, hacerte reflexionar los mensajes que sí
abundan en sus 95 minutos de duración: el significado de ser padre, madre,
hijo, hermano, y todo lo que implica la responsabilidad, el cariño y el
instinto de sobrevivencia en un lugar condenado por criaturas asesinas. A veces
en relativa calma, a veces en una persecución, otras en franco peligro de
morir, se entremezclan las emociones con la angustia de saberte censurado en
tus palabras, prisionero del silencio. De todas formas, la familia logra
sobreponerse y utilizar el lenguaje sonoro en al menos 3 de sus 4 elementos (música,
ruidos y silencios, exceptuando la voz humana), manejarse con el lenguaje de
señas y con ingenio, lograr sobrevivir. Porque las protagonistas no son las
palabras, como tampoco son los monstruos, ni cómo matarlos, ni cuántos muertos,
ni si mañana sobrevivirás: son las conexiones humanas, familiares, amorosas y
sociales. Y esa humanidad se extrapola a continuar la vida, a seguir intentándolo,
a pesar de estar todo en contra, porque la vida sigue y los monstruos están allí,
acechando, esperando cualquier error para cazarte.
La cinta sabe tanto empezar como
terminar. No se hacen necesarias las explicaciones del origen de las criaturas,
ni tampoco las de un fin en concreto. Las correctas actuaciones, la
desenvoltura de la trama, la simpleza y la credibilidad del relato, permiten digerir
una ambientación austera, pero llena de significado. Uno de sus méritos, es el
riesgo, la originalidad y el progreso que supone para el género del terror,
alicaído a ratos, pero que encuentra en films con guiones originales y osados
como éste, un respiro necesario. Hay momentos clave que carecen de explicación
o al menos, se desentonan con la buena explicación de los hechos que hasta casi
el final del film se mostraban perfectos. Será la primera vez donde quizás, en
una película de terror, no quieras seguir viendo a los monstruos, ni te
interese una explicación de su origen. Más interesantes se vuelven las vidas de
los protagonistas, de las que poco puedes ver o intuir, pero de las que
terminarás con ganas de saber más. No obstante, no inclinan la balanza en su
contra algunas incongruencias o esas ausencias (pero aciertos al fin y al cabo)
en el guión, dejando en definitiva un gusto dulce. Y siguiendo la esencia de la
película, habrá que decir que simplemente, a veces, sobran las palabras y…
enjoy the silence y enjoy the film.
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