Crítica de la película "El Hilo Fantasma"
El proceso creativo es un
deleite que puede realizarse lentamente, tejido a tejido, o surgir a partir de
un big bang violento, brillante u obscuro. El trazado de una vida dedicada al
diseño, puede envolver una manifiesta patología obsesiva o simplemente, el amor
sincero hacia lo que se hace. Esa separación entre la obsesión y el amor, se
hace difusa en la trama de El Hilo Fantasma. Cruzar la línea y volver,
mostrarse sano ante la sociedad o no, huir de las masas y sumergirte en el
sueño eterno del objeto deseado, en la vida y las creencias, en la búsqueda de
la perfección, son constantes que encontrarás reunidas en los protagonistas
Reynolds Woodcock y Alma Elson. Predestinados como estrellas, quizás unidos por
una maldición, chocarán en un film que musicalmente, es impecable (Música: Jonny
Greenwood)
¿Cuánto peso puede atraer
nuestro pasado a nuestro presente?, ¿cuánta locura puede envolver nuestra
trabajada cordura?, ¿cuánto dolor, cuantos secretos, cuántas estructuras puede
contener una casa?, son las premisas edificadas como contenciones, que
encontrarás aglutinadas en el rostro y gestos de Daniel
Day‑Lewis, durante su magnífica actuación. La apariencia y el buen gusto, juegan el
cara y sello con el abuso y la inusitada inconsciencia de soportar, día tras
día, al amo despiadado. Toda esa entramada y tétrica situación, bien calculada
y cubierta con un velo, desembocará como torbellino en Vicky Krieps, quien con
su dulce rostro, lentamente, sanará heridas propias y ajenas, para luego
abrirlas y volverlas a sanar, ¿de la manera más correcta?
Cuando creas que el abismo está cercano, cuando
presientas que el fin está cerca, cuando creas que ya no soportarás más, Alma
te llevará a entender los límites como finos hilos fácilmente cortables,
moldeables, modificables, incluso en un lugar tan apegado a la tradición, el
trauma y la fascinación. Su fórmula, criticable o no, será apegar esos hilos
hacia sí misma, creando su propio estilo, su propia obsesión, su propio vestido.
Esa realidad creada, quizás algo fútil o enfermiza, reivindica su espacio al
coquetear con cierta intimidad humana, en que se hace visible la abnegada
espera, la entrega y quizás el amor. Porque amar nunca ha sido fácil y el
equilibrio (o desequilibrio) necesario, a veces, solo se consigue al crear tu propio
diseño de vida. Y esos hilos fantasmas que nos cubren, pueden lanzarnos
al pasado, constreñir nuestro presente y cursar nuestro futuro; pero puede que
en algún momento, esos hilos atrapen a alguien más y nos saquen, quizás de qué
manera, de nuestro encaje y rasguen, como maldición o bendición, nuestras
estructuras.
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